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PALABRA EXACTA.

ETAPAS EN EL PROCESO DE LA CREACIÓN TEXTUAL

Por Lic. Vladimir Orellana Cárcamo*

vladiore@gmail.com

 

Escribir un texto literario o de corte académico, teológico, educativo, etc, demanda seguir todo un proceso con el fin de lograr un buen producto. Muchas personas cuando se deleitan leyendo un magnífico ensayo, o un artículo periodístico con buen sustento argumentativo, piensan que dicho texto brotó de la pluma del escritor tras una sola sentada en su mesa de trabajo. Nada hay más erróneo que pensar de esa manera.

La actividad de escribir requiere de un íntimo contacto creativo con las palabras para saber combinarlas, y de esa manera ellas puedan traducir con elegancia y firmeza nuestro sentir y pensar. Imaginemos la siguiente escena: “Alguien se inclina sobre su escritorio y escribe. Un papel se llena de palabras, que son los símbolos de las ideas y los sentimientos del escritor. Ese escrito seguirá un trayecto y por fin llegará a las librerías, o a las aulas, o a manos de los amigos más cercanos, o al archivo personal de su autor, o…a la basura” ( Kunsch, 1992, p. 103).

Nadie de los que escribimos queremos que nuestras creaciones permanezcan en el anonimato, guardadas en el archivo personal, o que vayan al cesto de la basura. Por el contrario, nuestra meta es que nuestros escritos trasciendan, y sean publicados en un periódico, revista, libro, antología, etc. Mucho más cuando lo que producimos literariamente hablando, es para exaltar los valores del reino de Dios.

En el presente artículo, abordaré un tópico sumamente importante para todas las personas que nos dedicamos al ministerio de la palabra escrita. Dicha temática tiene como propósito reflexionar sobre los tres momentos por los cuales todo hombre y mujer de letras tiene que atravesar. Estas etapas son las siguientes: La planificación, la textualización y la revisión. A continuación explicaré en qué consisten cada una de las tres instancias mencionadas.

LA PLANIFICACIÓN O PRE-ESCRITURA:

Un escritor antes de sentarse a producir un escrito, debe de pasar por una primera fase denominada: Planificación. En este momento inicial, el autor tendrá que formular y a la vez responder una serie de interrogantes básicas, tales como: “¿Sobre qué temática voy a escribir? ¿A qué clase de lectores irá dirigido mi texto? ¿Con qué finalidad escribiré mi composición: artículo, ensayo, reportaje, semblanza, u otra clase de escrito?

Toda persona con inclinaciones literarias, antes de tomar el bolígrafo para plasmar sus ideas y sentimientos sobre una página en blanco, o sentarse frente a su computadora para escribir, debe pensar primero acerca de qué temática desea exponer sus ideas y de esa manera entablar una comunicación con sus potenciales lectores. Se recomienda abordar una temática de la cual tenga los conocimientos previos. Pero si no los posee, deberá asumir el reto de investigar sobre el tópico que le ha despertado un especial interés para socializarlo.

Otro detalle que se debe tomar en cuenta a la hora de comenzar a redactar un artículo o un ensayo, es la clase de lectores a quienes irá dirigido el contenido de nuestro texto. Aunque el anhelo de todo autor es que sus escritos sean leídos por la mayoría de lectores, no obstante, se debe pensar sobre un sector en especial a quien deseamos llegar con nuestras palabras. Así por ejemplo, si decido escribir sobre las consecuencias de la infidelidad conyugal, es obvio, que mi comunidad discursiva la constituirán de preferencias personas casadas. O bien si escribo sobre técnicas didácticas sobre comprensión lectora, estaré consciente que la clase de lectores sobre quienes encausaré mi interés comunicativo es hacia la comunidad docente, estudiantil y por supuesto a padres de familia.

No obstante, para que no se mal interprete lo antes expuesto, es necesario recalcar que todo trabajo que se escriba no será de exclusividad para un segmento poblacional en específico, sino que también estará disponible para todo aquel que lo necesite. Además, en esta primera etapa, el escritor debe pensar en las finalidades que pretende lograr con su texto una vez escrito y publicado.

Pertinente es señalar, que en la etapa de la planificación, el escritor comprometido con su vocación, inicia una etapa de investigación para sustentar de manera sólida el contenido de su producción textual. Uno de los apóstoles de Jesús de Nazaret, el Doctor Lucas, antes de escribir el evangelio que lleva su nombre, se dedicó a indagar, a consultar diversos documentos y a entrevistar a personas que convivieron con el Mesías, a fin de escribir los relatos referidos a la vida y obra del Rey de reyes y Señor de señores.

Transcribo a continuación el prefacio que nos presenta Lucas en el tercero de los cuatro evangelios: “Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos las enseñaron los que desde el principio las vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido” (Lucas 1:1-4).

El evangelista en su etapa de pre-escritura estaba consciente de dos cosas fundamentales: indagar sobre los acontecimientos entorno al ministerio de Jesús. Y a la vez está claro sobre el tipo de receptor a quien iría dirigido su narración sobre la vida y obra redentora de Cristo el Señor.

Autores como el periodista y escritor español Gonzalo Martín Vivaldi, a la planificación le adjudica el nombre de Invención. Este vocablo contrario a lo que muchas personas piensan no significa agarrar o asir un tema de la nada. Vivaldi recurre a la etimología latina del término en discusión, el cual es “invenire” cuyo significado es “encontrar, hallar”.

Con base en lo anterior, la planificación es un período donde el escritor busca la información precisa, lee, consulta, se documenta para poder abordar el asunto seleccionado con propiedad a nivel de contenido y forma. El autor cristiano, debe recordar aquella sentencia de Jesús de Nazareth, que bien puede aplicarse al trabajo de consulta, previo a la redacción de un trabajo periodístico o literario: “Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mateo 7:8).

Además, necesario es señalar que luego de la búsqueda de la información que sustentará el tema sobre el cual se piensa escribir, tiene lugar una fase importante denominada disposición. Esta consiste en: “(…) ordenar lo que va a escribirse, lo que ha de ir al principio y lo que hay que situar después” ( Vivaldi, 1990 p. 251 ). También en este momento se dispone, se ordena la información recabada, se priorizan por ejemplo, obras y autores, que se retomarán a la hora de escribir el texto.

LA TEXTUALIZACIÓN:

En esta segunda etapa la persona que se ha propuesto producir un texto ya sea académico, teológico, literario o de otra índole, decide sentarse a escribir, toma un bolígrafo y una página en blanco, o se ubica frente a una computadora y comienza a plasmar sus ideas sobre la pantalla de su ordenador. Es un momento de soledad productiva. En esta fase hay un cierto nerviosismo para muchos autores, pues escribir el primer párrafo, constituye un gran reto, ya que éste tiene que ser atractivo, a fin de despertar el interés de los lectores potenciales.

Hay confesiones de algunos autores que revelan su angustia ante la página en blanco. Y no necesariamente son escritores en ciernes (es decir, en formación), sino que también lo declaran personas con un camino ya recorrido en el ámbito de las letras. “Sin embargo, a riesgo de ser reiterativo confieso otra vez que a mí no me resulta fácil escribir. Cuando escribo, sufro. Sufro porque busco constantemente la palabra que diga con precisión lo que quiero decir, porque quiero lograr que cada palabra ocupe el lugar que debe ocupar; porque me preocupa comunicar los conceptos con claridad y elegancia; porque no me conformo con lo que he escrito y me esfuerzo por decirlo mejor” (Padilla, 1992, p. 63).

Considero que el temor ante la sospecha de no poder cumplir el cometido de escribir un texto (que se nos haya encomendado o por iniciativa propia), se desvanece cuando escribimos el primer párrafo. La confianza se apodera de nosotros cuando proseguimos plasmando las ideas que han de configurar el artículo o el ensayo, que nos ha delegado un docente en una asignatura determinada, o en el mejor de los casos nos lo ha solicitado algún medio de comunicación escrito.

Para los escritores cristianos, considero trascendental que antes de sentarnos a escribir, invoquemos a Dios, el dador de las palabras, a fin de que Él ilumine nuestras mentes, nos irradie su creatividad para que el producto literario sea exquisito al paladar de los lectores. Seguidamente, con manos seguras se debe tomar el bolígrafo o utilizar el teclado de la computadora para expresarnos. En este momento tan decisivo se escribe sin corregir, hay que darle luz verde a las ideas, a las explicaciones, a los planteamientos, se deben esgrimir los mejores argumentos según sea la tipología textual escogida. Ya habrá el tiempo disponible para la revisión del texto.

Sin embargo, en el momento de la textualización o elocución, la persona que escribe no debe perder de vista los objetivos formulados durante la planificación. Es recomendable también, realizar una pausa, dejar en reposo nuestro borrador por algunas horas o un día, para luego leerlo con una mirada fresca, y de seguro nos percataremos que hay errores ortográficos, falta de cohesión entre las oraciones de algún párrafo. Y a nivel semántico, un detalle importante a tomar en cuenta es el siguiente: “(…) quien escribe debe ir leyendo y comprobando con lo que se ha planificado previamente y tratando de relacionar o vincular lo que se ha escrito con las nuevas ideas o planteamientos que vienen”. (Fraca citado por Figueroa y Simón, 2009 p.7).

Con lo anterior se reafirma que la etapa de la elocución, o expresión escrita de las ideas, implica observar si nuestro discurso se desvía o se mantiene apegado al tópico que estamos desarrollando. Debemos tener cuidado de no salirnos del tema central de nuestro escrito, si lo hacemos estamos atentando en contra de coherencia textual. Nada hay más desastroso para un escritor que perder la línea temática que ha venido desarrollando.

LA REVISIÓN:

Antes de comenzar a abordar esta última instancia que debe seguir todo autor en la producción de su texto, pertinente es señalar que la revisión debe llevarse a cabo constantemente, y no sólo al terminar de escribir el último párrafo del texto. No obstante, la revisión final del “borrador” por parte del mismo escritor, le permitirá verificar si los objetivos trazados en el momento de la planificación se cumplieron o no.

Por tanto, esta etapa final, se debe seguir con mucho cuidado para la consecución de un producto literario apropiado y agradable. Revisar o editar lo que uno escribe es una tarea imprescindible. El escritor competente o responsable con su trabajo: “Relee, revisa y corrige el contenido y la forma de su escrito haciendo varios borradores hasta que se da por satisfecho” ( Cassany citado por Prado, 2004 p.240).

El sentirse satisfecho con lo que uno ha producido, requiere un paciente trabajo de retoque o revisión. Algunas personas se auxilian de amigos conocedores en alguna manera de los “gajes del oficio” de escribir, para que ellos les brinden su valoración y sugerencia tanto a nivel expresivo (uso del idioma) como del contenido abordado en su escrito. Sólo que el autor que somete a revisión su propuesta textual, deberá contar con la madurez suficiente a fin de no sentirse incómodo, con la crítica constructiva que le haga la otra persona.

Pero si no quiere que alguien ajeno a su producción intervenga en la versión final de su trabajo literario, debe estudiar por cuenta propia, aspectos de morfosintaxis, nociones sobre estilo, mecanismos para lograr la cohesión y coherencia textual y otras áreas que requiere el oficio de escribir.

Los que gozamos del privilegio de escribir para un medio de comunicación cristiano como lo es la REVISTA LUZ Y VIDA, tenemos que esforzarnos por autocorregir nuestros textos. Pues sólo así, cuando lleguen a la redacción nuestros escritos, los encargados de corrección de prueba y de estilo, no invertirán demasiado tiempo en revisar y corregir la construcción gramatical de las oraciones, o la unidad temática que deben guardar los párrafos entre sí.

Que los artículos y ensayos que publicamos semestralmente en la REVISTA LUZ Y VIDA, sean un plato exquisito preparado con esmero y amor en la “cocina de la escritura”, como diría Cassany. Sólo de esa manera, nuestros textos podrán saciar el hambre de conocimientos teológicos, bíblicos y formación general de nuestros apreciados lectores. Estoy seguro que Dios permitirá que así sea.

Referencias: Página Web: Figueroa, R y Simón, J (2009) La composición textual. Énfasis en el proceso y no en el producto. Recuperado el 2 de noviembre de 2020 de:

https://www.monografias.com/trabajos86/composicion-textual-enfasis-proceso/composicion-textual-enfasis-proceso.shtml

Libros:

Kunsch, M (1992) Cómo dar vida a las palabras. Miami: Editorial vida.

Padilla, R (1992) Llamados a escribir. (Compilación de Media Associates Internacional, Inc.) Miami: Editorial Unilit.

Prado, J (2004) Didáctica de la lengua y la literatura para educar en el siglo XXI. Madrid: Editorial La Muralla, S.A.

Vivaldi, G (1990) Curso de redacción. Teoría y práctica de la composición y del estilo. Madrid: Editorial Paraninfo.

 

*El autor es catedrático del Departamento de Letras de la Universidad de El Salvador. Escribe poesía, ensayo Y teatro. Ha publicado: “Jesús en nuestro diario caminar ( Meditaciones, 2010), “Guerrero de luz” (Poesía, 2014) Y “Casa de palabras, Poesía, 2018).

 

 
 

 

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