WEBMAIL
 
 
Inicio | Historia | Misión y Visión | Ediciones | Contáctenos | Comisión

BÚSQUEDA POR TEMA :
MINISTERIO
IGLESIA
HISTORIA
ALABANZA
MOTIVACIÓN
FAMILIA
MUJER
SALUD
UNIDAD
JÓVENES




 
 

 

LA IGLESIA DEL SEÑOR ANTES, DURANTE Y DESPUÉS DE LA PANDEMIA

Por Jeremías Bolaños

Superintendente General de las Asambleas de Dios de El Salvador

 

Hasta el mes de febrero del 2020 todo marchaba bien en el ámbito cristiano: Libertad irrestricta para celebrar los servicios religiosos, campamentos, convenciones, vigilias; en fin, toda clase de asambleas. Los niños asistían libremente a la Escuela Bíblica Dominical y a sus escuelas y colegios. Los jóvenes celebraban sus reuniones en el templo y al aire libre. Los muchachos de Castillo del Rey realizaban sus actividades evangelísticas con éxito total. Las niñas Misioneritas, igual.

Los misioneros salvadoreños se desempeñaban de las mil maravillas en los países anfitriones y nuestros embajadores del Reino, viajaban a lo largo y ancho del país, presentando sus proyectos misioneros. Nuestros estudiantes de institutos bíblicos, ISUM y FACULTAD, se alistaban en las aulas presenciales con toda normalidad.

Los retiros con énfasis pentecostal y los cultos en el templo, no reconocían límite de tiempo. Las mujeres del Concilio Misionero Femenil, caracterizadas por el poder de convocatoria, celebraban sus reuniones semanales, así como numerosas concentraciones en lugares amplios, con la preciosa visitación del Espíritu Santo. Los varones, igual. Sus cultos en la iglesia local se llevaban a cabo sin ninguna interrupción. Sus actividades nacionales como congresos, seminarios, retiros; todo un éxito.

La iglesia en general, disfrutaba de paz, comunión y abundancia. Los Pastores Hijos mantenían viva la llama de pentecostés, mediante los retiros y convocatorias de zona, región y distrito. Los pastores asistían sin ningún obstáculo a retiros, congresos, seminarios, presbiterios, conferencias y reuniones a nivel distrital, regional, zonal y nacional.

El dos mil veinte, declarado como el año del Empoderamiento Espiritual marchaba con éxito. Las finanzas en las iglesias locales caminaban muy bien, de igual manera a nivel nacional.

A inicios de marzo de 2020, se comenzó a escuchar de un virus procedente de China, originado en los murciélagos o en algunos primates. Se anunció como una epidemia en aquel territorio asiático. Pero luego se declaró alerta verde, luego amarilla y finalmente roja. Rápidamente, la epidemia se convirtió en una pandemia; el Coronavirus se propagó en todo el globo terráqueo, llegando a conocerse como el fatídico y mortal, Covid-19.

Con los estragos de la pandemia, vino el confinamiento y cierre de algunos sectores del país. Me parecía raro salir y mirar las calles completamente solas. No había vehículos ni personas transitando. Gran porcentaje de trabajadores perdieron sus empleos y vino la hambruna, acompañada de dos tormentas: Amanda y Cristóbal, dejando al país en ruina total; mostrando su vulnerabilidad.

Las banderas blancas empezaron a flamear en las grandes comunidades a lo largo y ancho del territorio nacional. Fue necesario buscar el apoyo de instituciones humanitarias y apelar al corazón generoso de creyentes y no creyentes para proveer alguna ayuda, tendiente a paliar la necesidad en los hogares salvadoreños. Muchos cristianos arriesgaron su vida recorriendo las comunidades para llevar la ayuda oportuna. Cantidad de personas fueron infectadas del Covid-19.

Al momento de redactar este artículo, alrededor de novecientos salvadoreños han perdido la vida. Entre ellos, miembros de nuestras iglesias. Con dolor y resignación, tengo que admitir que cerca de cincuenta pastores y pastoras, perdieron la vida, desde el inicio pandémico. Muchos fueron llevados al cementerio sin ningún servicio fúnebre, ni siquiera la presencia de hermanos y amigos; las autoridades sanitarias solo permitían en el funeral, diez personas, entre hermanos y familiares.

Es mi oración que el Santo Espíritu de Dios, consuele y dé esperanza, a los familiares, amigos y hermanos, de aquellos que se nos adelantaron a las moradas eternas.

Sería injusto no consignar, que muchos de nuestros hermanos fueron contagiados y sufrieron los estragos de la enfermedad. Mi esposa Pacita y su servidor, no nos escapamos. Estuvimos a punto de pasar a la eternidad; pero Dios, misericordioso y lleno de amor, nos sanó; tanto a nosotros, como a los miembros de nuestra familia que fueron contagiados.

Durante estos tiempos difíciles, los pastores usaron toda su creatividad para llevar el mensaje cristiano a las familias, mediante el uso de las redes sociales y otras formas fuera de lo común. Han llevado entusiasmo, alegría y edificación, con el poderoso mensaje de la Palabra de Dios. Los medios de comunicación, también han jugado un papel importante; sumándose a dicha labor.

Las familias cristianas por su parte, se reunieron en las casas para celebrar culto a Dios; algunos lo celebraron todos los días, otros por lo menos, una vez por semana. La pandemia, pues, contribuyó a la unificación y comunión familiares.

Nunca estuvo en nuestra consideración que llegaría el día en que para reunirnos y adorar al Señor en los templos, tendríamos que guardar la distancia de dos metros entre persona y persona, que habría necesidad de descontaminar la ropa y zapatos antes de entrar a nuestra propia casa, como a la casa de Dios. El uso de una mascarilla de forma obligatoria, jamás fue parte de nuestros planes; mucho menos que niños y ancianos fueran restringidos para entrar al templo; y que los cultos durarían solo una hora. Poco a poco hemos ido adaptándonos a la nueva normalidad.

Este ha sido un tiempo para poner a prueba la calidad de nuestro carácter cristiano. Pues mientras unos dieron la razón a los dirigentes de la Obra, en relación a la observancia de las medidas de bioseguridad, otros se encargaron de lanzar injurias y ofensas, calificando de cobardes a los que presiden en el Señor.

Pero, dejando los aspectos escatológicos para los expertos, mi fe práctica, me obliga a dejarles diez consejos para que permanezcamos en la fe, en los días de pos-pandemia:

1. Procuremos establecer el altar familiar como estilo de vida. Ese momento de comunión con la familia, que tanta bendición nos hizo disfrutar.

2. No olvidemos practicar la solidaridad, que nos ha caracterizado durante la época crítica de la pandemia. Pues siempre habrá familias que necesitarán de la mano generosa y bienhechora.

3. Fomentemos un espíritu de oración y ayuno en la familia y en la iglesia, de tal manera que seamos fortalecidos en nuestro hombre interior. Mateo 26:41

4. Recordemos que “no solo de pan vivirá el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Mateo 4:4. El Libro Santo espera por nosotros para alimentarnos y nutrirnos, para que haya fe en la tierra.

5. Olvidemos las ofensas del pasado entre cónyuges y hagamos planes para amarnos más y continuar en fidelidad conyugal, hasta el final de nuestros días.

6. Mantengámonos expectantes del retorno de Cristo. Puede suceder de un momento a otro, y debe encontrarnos orando y velando, no sea que descuidando los grandes valores de la vida cristiana, nos lleguemos a perder. 1 Tesalonicenses 4:13-17.

7. Asistamos a la casa de Dios. ¡Será más que necesario! La Escritura nos exhorta, “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. Hebreos 10:25; “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!” Salmo 133:1.

8. No olvidemos nuestras obligaciones financieras para con Dios. Mantengamos fidelidad en el pago puntual de nuestros diezmos, ofrendas generales y misioneras; para sostener a quiénes, dejando su tierra y su parentela, se fueron a los campos a sembrar y segar la preciosa semilla del evangelio de Jesucristo.

9. Regresemos a nuestro ADN pentecostal, recordemos que “…No con ejército ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” Zacarías 4:6

10 Y un último consejo para los amados pastores: Amen a Dios, porque de Él dependen todas las cosas. Sin Dios nada podemos hacer. Amen a la gente, porque con ellos trabajan, y son éstos los que proveen la leche y la lana, para nuestro sostenimiento. Amen el trabajo, porque para esto fuimos llamados; trabajando así, tendremos para alimentar a la familia y ayudar a los que padecen necesidad. 1 Corintios 4:12

“Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia”. Salmo 127:1

 

 

 
 

 

INICIO | HISTORIA | MISIÓN Y VISIÓN | SUSCRIPCIÓN | CONTÁCTENOS | WEBMAIL

luzyvida.com.sv © 2010 All Rights Reserved.