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COMO SUPERAR EL MAL HABITO DE PEDIR PRESTADO

DEL DIRECTOR
director@luzyvida.com.sv

 

Uno de los recursos a los cuales recurrimos en una emergencia económica es pedir prestado. Pero no siempre es gratificante ni para el que pide ni para el que presta. Un proverbio norteamericano amonesta así: “Antes de pedir prestado a un amigo, decide cual de las dos cosas necesitas más.” El Larousse Diccionario Manual define el término como “entregar algo a uno con obligación de restituirlo”.  La Real Academia Española explica que es “entregar algo a alguien para que lo utilice durante algún tiempo y después lo restituya o devuelva”. El préstamo aunque es un favor, no es un regalo; al obtenerlo se adquiere un compromiso irrenunciable de pagarlo a la institución o persona que lo facilita.


Las Escrituras por su parte instruyen: “Si alguien pide prestado un animal de algún amigo suyo, y el animal sufre algún daño, o muere no estando presente su dueño, el que pidió prestado deberá restituirlo” (Éxodo 22: 14). Y en cuanto al que da prestado ordena: “Cuando le hagas un préstamo a tu prójimo, no entres en su casa ni tomes lo que te ofrezca en prenda. Quédate afuera y deja que él mismo te entregue la prenda” (Deuteronomio 24:10-11). Además, añade: “Si alguno de ustedes presta dinero a algún necesitado de mi pueblo, no deberá tratarlo como los prestamistas, ni le cobrará intereses”. (Éxodo 22:25)  y al acto de pedir prestado y no pagar lo califica como maldad: “Los malvados piden prestado y no pagan, pero los justos dan con generosidad” (Salmo 37:21).


¿Qué tan importante es el dinero? Más que importante, necesario diría yo. Benjamín Franklin dijo: “Si quieres conocer el valor del dinero, trata de pedirlo prestado”. Para conseguirlo tendrás que saberlo pedir, y de igual manera devolverlo.  Pero está comprobado que, una vez obtenido lo que  necesitan, muchas personas no pagan su deuda en el tiempo pautado. Esto se debe a que a veces  prestan sin tener una base para poder pagar, o, porque la persona es tramposa y no le gusta o no quiere pagar.  Un refrán reza: “Si te duele pagar, no te acostumbres a fiar”. Otro dice: “A cobrar llegó el que dinero prestó, y pagar tendrá el que lo recibió”. Cuando se ha recibido dinero en calidad de préstamo, es justo que  lo cobren. Proverbios 22:7 afirma que “Los deudores son esclavos de sus acreedores”. No se debe evadir un compromiso financiero.


¿Por qué nos endeudamos? Para esta pregunta hay muchas respuestas. Una de ellas podría ser, porque no estamos acostumbrados a retrasar el placer de tener, disfrutar y adquirir ahora, sin considerar las dificultades que eso traerá mañana. Otra posible razón sería que  queremos competir con los demás. Deseamos tener lo que los demás tienen, o que los demás miren lo que tenemos. Es un error endeudarse para conseguir cosas que de otra manera no estarían a nuestro alcance. Aquí cabe considerar este otro refrán: “Cada oveja en su pastizal”. Echemos mano de lo que tenemos, de lo que está a nuestro alcance y posibilidades, y vivamos según nos dice el escritor sagrado: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré”. (Hebreos 13:5 RV 1960)


¿Qué hacer para no endeudarse?

  • Comprendamos correctamente la práctica. Si le prestas a una institución bancaría o te endeudas con una empresa de bienes o servicios, ellos te presentarán condiciones de pago a las que debes someterte en términos legales. ¿Pero qué hacer cuando el préstamo es menos formal y el compromiso sólo depende de tu palabra?  Deuda es deuda y debemos pagarla. Tengamos cuidado con el hábito de pedir prestado, esa fama se propaga, y no todas las personas ven con buenos ojos al que la practica. Gotthold Ephraim Lessing dice que “pedir prestado no es mucho mejor que mendigar”. Y un autor anónimo acuñó este refrán: “Contra el vicio de pedir, la virtud de no dar”. En la medida de lo posible, no prestemos. Aprendamos a depender de Dios.
  • Si te vas a endeudar hazlo, siempre y cuando ese recurso sea para inversión y no para consumo.
  • Guarda de lo que recibes.  El que guarda siempre tiene.
  • Arma tu presupuesto personal. Sé que para muchos de nosotros es bastante difícil armar un presupuesto. Los ingresos de la familia pastoral son versátiles y por lo tanto complicados de encasillar. Sin embargo, tratemos de hacerlo, nada perdemos.
  • Trata de mantener un fondo para emergencias. Esa reserva ha de ajustarse a nuestra realidad, y en efecto ha de utilizarse sólo en situaciones emergentes, y una vez utilizado vuelve a reponerlo.
  • Cuídate de la adicción a las tarjetas de crédito. Éstas son armas de doble filo. Si bien es un dinero del que se puede disponer para cualquier fin y en cualquier momento, los intereses  que hay que pagar por él son realmente los más elevados del sistema financiero.
  • Nunca prestes para saldar deudas. Hacerlo  es caer en un ciclo vicioso e inútil que en realidad, nunca te ayudará efectivamente a solventar tus compromisos, ni a salir de tu situación.
  • No gastes más de lo que recibes. Aprendamos a vivir modestamente, los pastores, en su gran mayoría no somos personas de ingresos exorbitantes. Esta situación  demanda que seamos buenos administradores de nuestros limitados recursos.
  • Sé generoso. A muchos nos cuesta compartir con los demás lo que tenemos, y con frecuencia lo manejamos egoístamente;  eso nos podría llevar, si aún no hemos caído en ella, a la miseria y a la pobreza personal y familiar. El sabio Salomón en sus proverbios dice: “A Jehová presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar” (Proverbios. 19:17 RV 1960). Siempre que compartamos, tendremos; porque, como dice Pablo “En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: `Más bienaventurado es dar que recibir´” (Hechos 20:35 RV 1960).   

Nuestra vocación ministerial nos exige solvencia en todo sentido, y en relación al tema el apóstol Pablo ordena: “Pagad a todos lo que debéis”, y, “No debáis a nadie nada”. (Romanos 13:7-8 RV 1960) Dios quiera que nuestros ministerios sean transparentes en este sentido. Que nadie pueda recriminarnos como tramposos, morosos e irresponsables. Si fuéramos cualquier hijo de vecino no habría problema; pero somos hijos y siervos de Dios, y eso sí es delicado. 

 

  • Las citas no especificadas son de la Reina Valera 1995

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

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