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LA RESTAURACIÓN PERSONAL DEL MINISTRO

Pastor Jeremías Bolaños

SUPERINTENDENTE GENERAL DE LA CEAD

En el libro de Jeremías, capítulo dieciocho encontramos la historia del profeta llorón, enviado por Dios a Anatot, a la casa del alfarero. Al llegar al lugar lo encuentra trabajando sobre la rueda. La vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija según le pareció mejor hacerla.

Los pastores hemos sido formados con propósitos definidos de parte de nuestro Dios. El apóstol Pablo nos dice que hay vasos de honra y de deshonra. Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra. (2ª Timoteo 2.20, 21.

Siempre Dios usa la rueda, es decir, el instrumento para nuestra formación. Esa rueda en la vida del ministro puede estar relacionada con los sufrimientos y padecimientos propios del ministerio; lo que nunca constituye una razón para auto conmiserarnos. Porque si vamos a tener compasión de nosotros mismos, dejaremos una imagen pobre de nuestro desempeño pastoral. Nuestras quejas deben llevarse siempre delante de Aquel que nos llamó.

A veces los pastores acudimos a los líderes o a los s ejecutivos de la organización en busca de ayuda. Recuerdo a hermano José Gustavo Galdámez, a quien me acerqué con una gran necesidad económica en los inicios de mi ministerio. Él me preguntó que cuánto había diezmado a la Conferencia. La verdad me sentí bastante triste, puesto que los diezmitos de un Pastor principiante, a veces no pasaban de dos colones mensuales y mi persona, atrevidamente venía solicitando cincuenta. Hermano Galdámez sabía que este servidor quería cosechar lo que no había sembrado.

A veces la rueda del alfarero puede representar una enfermedad que estamos padeciendo. ¿Quién es el Pastor que no se enferma? Esos son los momentos en los cuales necesitamos armarnos de la fe en el Dios sanador. (Éxodo 15:26). A veces la enfermedad conlleva el propósito de hacernos recordar al Dios a quien servimos.

En ocasiones, uno lee de ciertos ministros que hablan y hablan de los hermanos ejecutivos, que según ellos “dejan en desamparo a los de abajo” - términos que usan-. En la obra del Señor no existen “los de arriba y los de abajo”. Todos le servimos a un mismo Dios. Los que piensan de esta manera, ignoran que los que hoy presiden en el Señor, conocen toda clase de sufrimientos. pues comenzaron pastoreando no una gran congregación, sino pequeños grupos que más tarde llegaron a consolidarse como iglesias. Tristemente, muchos no soportan las limitaciones al inicio del ministerio y lo abandonan.

Se hace aquí un paréntesis para volver a declarar y recordar que la bendición de Dios, a veces tarda en llegar, pero llega. Hay que ser paciente y perseverante.

La rueda del alfarero puede en algún momento representar las aflicciones, el aguijón en la carne, que nos hace clamar al Señor que nos lo quite, Él siempre nos dice “…bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. (2 Corintios 12: 9). Puede que los padecimientos que Dios permite que suframos, al final nos traigan una doble bendición. Recordar el caso de Job.

La vasija que hábilmente construía el alfarero se echó a perder en las mismas manos del artista. Así el ministro que sufre una caída, no es de extrañar. Sencillamente debe reconocer que tuvo una caída y por lo tanto debe tener la capacidad de confesar y hacer un sincero reconcilio con el Señor, y comenzar su proceso de restauración. Hoy en día se habla mucho de la resiliencia, es decir, la capacidad que tienen las personas de levantarse de sus fracasos.

Hace unas semanas ocurrió un gran incendio en el mercado San Miguelito de San Salvador. Más de mil personas perdieron sus puestos con todo lo que ofrecían a sus clientes. La escena era triste. Todos los dueños de negocios lloraban. Pero una señora de unos sesenta años fue entrevistada por un periodista. Le preguntaba lo que pensaba de la pérdida. Ella dijo: “Lo he perdido todo, he quedado sin un centavo, pero de ésta, me levanto” Voy a empezar a vender, aunque sea en la calle. Esa es la actitud correcta. “Porque siete veces cae el justo y vuelve a levantarse” (Proverbios 24:16)

Según entiendo, el alfarero selecciona la clase de arcilla que pueda serle útil para formar una vasija. El barro es debidamente colado, de tal manera que no lleve piedras. Luego es humedecido hasta el punto en que pueda ser moldeado por las manos delicadas del alfarero. Una vez formada la vasija es puesta al sol para endurarla y hacerla resistente.

Aquí la figura es clara. El ministro es el barro. Dios, el alfarero. Las manos divinas le dan forma. Así que no podemos hablar de nuestros triunfos, nuestros logros. Es Dios quien nos ha formado y nos ha hecho llegar adonde estamos. Él nos ha progresado y bendecido con conocimiento de Teología, Filosofía, Sicología, Historia, Biblia y muchos otros conocimientos. Todo para gloria y honra de Su santo nombre.

Sucede que una de estas preciosas vasijas se llega a quebrar. Pero el Dios soberano, que es rico en misericordia, toma de nuevo los pedazos, los somete a los procesos necesarios hasta llegar a formarnos una nueva vasija según le pareció mejor hacerla.

“La soberanía es la cualidad de Dios que denota su libertad de cualquier tipo de restricción exterior. Él es libre para actuar como él quiere, sin limitaciones. Pero él sólo actúa en conformidad con su carácter, lo que significa que sus acciones no son arbitrarias, sino confiables y siempre para el bien de su pueblo”. Diccionario Hispanoamericano de la Misión.

Volvamos al pasaje bíblico. Jeremías 18:5-6. “Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel?

Dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel. Elabore usted su propia paráfrasis, y LEVÁNTESE en el nombre del Señor. Tome su lugar. Vuelva a predicar, vuelva a orar por los enfermos, ministre con poder y autoridad. Regrese a hacer “las primeras obras”

 

 

 
 

 

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