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LA FE Y LA HIMNOLOGÍA 

 

 

Por Elid Magaña Morán*

 

 

Juan Huss, quien muriera en la hoguera por su fe en Cristo, dijo: “Predicamos el evangelio  no sólo desde el púlpito, sino también nuestros himnos son homilía”. Esta declaración nos muestra que para él, cada himno era un mensaje de Dios, que transmitía la fe, y preparaba el alma del individuo para recibir no solo el mensaje salvador, sino también, a Cristo como Señor.


        El himno era y es un medio de adoración muy importante para la fe cristiana.    Después de dar un juicio condenatorio a Juan Huss, sin permitirle que se defendiera, -pues no lo dejaron hablar, para evitar que convenciera aun a sus adversarios-, lo encadenaron a una estaca y lo prepararon para la hoguera. Una mujer puso la  leña para que el fuego ardiera, y mientras éste lo abrazaba con sus llamas infernales, él cantaba un himno al Señor, y dejó de entonar la alabanza, hasta que fue consumido.


      Mientras el fuego cremaba su cuerpo, todos los que presenciaban la ejecución escucharon las doctrinas que creía y transmitía mientras cantaba antes de entrar a la presencia del Señor.
Juan Huss nació en 1370 y murió en 1415, era originario de Hussenitz, aldea al sur de Bohemia, de la cual tomó su nombre. En lengua bohemia, significaba ganso.


      Este “ganso” supo transmitir con su “graznar” las doctrinas de su fe. Se necesitan cristianos así, con fe inquebrantable, que no  se calcina con las llamas de la persecución; antes bien, en medio del dolor cantan al Señor con Salmos, himnos y canticos espirituales (Colosenses 3:16), por medio de los cuales expresan su fe.


       Cien años después, en la época de la Reforma, apareció otro gran hombre que no solo predicaba y escribía. Le gustaba cantar y escribió muchos himnos, entre ellos trasciende en la historia, uno que muestra  el carácter de un hombre, que a pesar de los conflictos que sufría, no se acobardaba ante los adversarios de la fe bíblica: “Castillo fuerte es nuestro Dios”.


En este canto ve a Dios como un castillo fuerte, como defensa y buen escudo; quien lo libraría en aquella persecución. Vio a Dios como vencedor en ese trance agudo por el cual pasaba.


     Esta es la fe que los cristianos reformados aprendieron a manifestar a  través de sus cantos congregacionales. Es hermoso escuchar alabanzas saturadas de sana doctrina e inspirados por el Espíritu Santo.  Los himnos deben servir para transmitir la fe.


     Después los hermanos Juan y Carlos Wesley, al convertirse a Cristo, dieron fuerza al movimiento de la adoración entusiasta y al canto congregacional. Gracias a Dios, que en medio de muchas dificultades marcaron la pauta para el canto cristiano libre y expresivo (alejado del monopólico y especializado canto gregoriano). De Carlos Wesley, se conocieron en su época, como seis mil himnos.

El tiempo ha transcurrido, pero los himnos todavía son el medio favorable para mantener la fe y transmitir la sana doctrina. Esta es la razón por la que seguiremos cantando los himnos inspirados como: “Oh que dicha que viniera hoy”, “Yo quiero estar en las mansiones”, o “Yo quiero trabajar por el Señor” y más.


No negamos que haya creyentes que les gusta cantar, sin importar el contenido doctrinal. Con tal de levantar las emociones de los indoctos, no les importa ponerle música a  herejías. Es necesario volver a la himnología de contenido salvífico, los que hablan del bautismo en el Espíritu Santo, de la sanidad divina, o aquellos que reflejan la esperanza de la venida del Señor y la resurrección de los santos. Cantemos los himnos que muestran las enseñanzas de nuestra fe cristiana y así aportaremos a la preservación de la sana doctrina.

 

 

 

*El autor es Pastor la Asamblea de Dios “La Fe” en Colonia Dina, San Salvador y miembro de la Comisión de LUZ Y VIDA.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

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