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Hace 25 años surgió la idea de crear un medio de comunicación escrito, que fuese voz y pensamiento de La Conferencia Evangélica de Las Asambleas de Dios de El Salvador, y que a la vez, sirviera como instrumento formativo e informativo al alcance de los pastores y pastoras de la denominación. Bajo esta idea surgió la Revista LUZ Y VIDA, la cual se ha publicado desde enero de 1988 hasta la fecha, de manera continua cada seis meses y, en ocasiones, con una edición extra ¡Gloria a Dios por ello!
Su publicación ha demandado todo tipo de esfuerzos. Entre ellos los financieros y humanos. Este último recurso ha sido determinante en la elaboración de cada edición publicada. Las Comisiones que han estado al frente, han realizado una encomiable labor y cada una abonó al logro de la calidad y profesionalismo que ostenta hoy nuestra Revista.
Vaya nuestra felicitación y agradecimiento a los directores: Jorge Antonio Cuéllar, Roberto LaFón, Elías Osmín Miguel Rogel (QDDG) y Moisés Otoniel Ramírez Choto, por su magnífico aporte.
No menos valiosa ha sido la contribución de los escritores, que al abordar temas novedosos y de interés, han ilustrado con sus ideas y propuestas a nuestros amables lectores.
Desde las primeras ediciones, los tirajes semestrales se han hecho en proporción al número de ministros registrados en la Conferencia. Esto hace de la revista un medio enfocado al gremio pastoral de las Asambleas de Dios. Día vendrá, y esperamos sea muy pronto, en que nuestra revista rebase esa frontera y lleguemos a un mayor número de siervos del Señor, de diferentes ministerios y denominaciones cristianas establecidas en el país.
Estamos satisfechos por la contribución que LUZ Y VIDA hace al ofrecer al pastorado una variada y rica temática bíblica, teológica, ministerial y cultural. Así como también, secciones de salud, humor cristiano, reportajes, entrevistas, notas periodísticas y más.
No obstante, en lo que respecta a nuestra apreciación y análisis sobre el trabajo que hacemos, y cómo éste es tomado por los pastores y miembros de nuestras congregaciones, nos hemos encontrado con un problema idiosincrático y cultural enraizado en nuestra sociedad: La falta de lectura. Esta deficiencia permea todos los estratos sociales de nuestro país, y el gremio pastoral y la población evangélica salvadoreña en general, no escapa a esta realidad.
Lectura es “el proceso de recuperación y aprehensión de algún tipo de código que involucra el lenguaje ya sea visual o táctil (método Braille)” Este ejercicio comenzó con el interés del hombre prehistórico por plasmar pictógrafos de la vida cotidiana en cavernas o rocas. Permítasenos aclarar que pictografía es “escritura ideográfica que consiste en dibujar los objetos que han de explicarse en palabra”. (RAE)
La lectura como tal, se tornó en una actividad masiva hace más o menos unos ciento cincuenta años, cuando en Inglaterra se asentó y estandarizó la educación como una norma estatal. Sin embargo, y con todo y ser promovida, la lectura es una actividad a la que muy pocas personas se dedican de manera seria y constante. Y los que lo hacen, generalmente se ocupan de ello por obligación (tal es el caso de los estudiantes de bachillerato y universitarios); o por información, como los que leen sólo periódicos, revistas, ensayos y novelas.
Con seguridad, muchos consiervos, y espero no equivocarme en mi apreciación, no han descubierto aun la importancia de la lectura. Ignoran que leer “fomenta el desarrollo personal, estimula la imaginación y la creatividad, facilitando el acceso a las expresiones culturales de las manifestaciones artísticas” Al respecto, Mario Vargas Llosa afirmó: “Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida”
¿Qué tan mal andamos en la lectura los salvadoreños? ¿Es cierto que no leemos? Para despejar estas dudas, vamos a recurrir a un estudio realizado el año dos mil cuatro por el Centro de Opinión Pública de la Universidad Francisco Gavidia. El estudio proyectó datos que comprueban que los salvadoreños somos malos lectores.
Un 51.15% de la población salvadoreña asegura nunca haber leído un libro completo en su vida.
El 48.75% afirmó nunca haber visitado una biblioteca.
El 33.30% dice no leer porque no tiene tiempo.
Un 20.10% rechaza la lectura por considerarla aburrida.
Un 50.3% de los hombres encuestados afirmó que hace más de un año leyó el último libro.
El 15.60% de los salvadoreños nunca han comprado un libro en su vida.
En el ambiente familiar no existe el hábito de lectura y si alguna vez se compran libros, es porque así lo requieren los estudios de los hijos.
Esta situación es preocupante, sobretodo porque la lectura abre las puertas del mundo, o como diría Sir Francis Bacon: “hace al hombre completo; la conversación, ágil; y el escribir, preciso.” Por otro lado, se ha llegado a pensar que es analfabeta aquella persona que no sabe leer ni escribir, pero no olvidemos que también es analfabeto, aquél que sabiendo leer, no lo hace.
Consiervos, aprovechemos este medio para enriquecer nuestro conocimiento y reforzar con sana lectura nuestro ministerio. Recreemos nuestra mente con las ideas y razonamientos de esforzados siervos del Señor que hacen de la escritura otra forma de enseñar.
Empapémonos del saber literario, eduquemos nuestra mente y reforcemos nuestro intelecto con el pan del conocimiento. Miguel de Cervantes Saavedra dijo: “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. ¡Esta es una verdad indiscutible!
En cuanto a nosotros, seguiremos dándole trabajo a la pluma y al pensamiento, en el afán de entregar a nuestros lectores, artículos de interés, relevantes y fundamentales para el oficio que nos toca desempeñar. Es nuestra oración que el Señor nos dé las fuerzas necesarias y la oportunidad de servirles desde la palestra, un poco obligada y quizá no tan bien desempeñada, de escritor.
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